Las revisiones ginecológicas períodicas es algo que todas la mujeres tienen agendadas. Pero no siempre fue así, el reconocimiento médico vaginal no nació hasta inicios del siglo pasado, donde se propuso en una conferencia médica con el fin de prevenir problemas médicos. Se implantó poco a poco como método para documentar la historia médica del paciente, para detectar y también prevenir enfermedades. Hoy en día, los ginecólogos nos indican que las revisiones ginecológicas son imprescindibles para detectar problemas que en sus incios son sencillos de mitigar pero que si no se detectan a tiempo pueden convertirse en problemas muy graves.
La primera conviene hacerla en la adolescencia, una vez que ha aparecido la menstruación. Luego, desde el momento en que se mantienen relaciones sexuales, hay que realizar revisiones ginecologicas una vez al año.
El mejor momento del mes para hacértelo es justo dos semanas después de la regla, ya que en esta etapa del ciclo se recogen las mejores muestras de células, el cuello uterino está más abierto y las mamas son más fáciles de examinar en la revisión ginecológica.
Es importante que vayas con la vagina y el útero limpios de sustancias ajenas. Y no nos estamos refiriendo a la higiene diaria (que se presupone) sino a no tener relaciones sexuales en las 24 horas previas, ni utilizar ningún lubricante, gel, espermicida o jabón fuerte que pueda ‘enturbiar’ los resultados de la revisión en el ginecólogo.
El chequeo ginecológico se compone de una citología para extraer muestra de la mucosa vaginal y cervical y examinar sus células, y de una ecografía con ondas de alta frecuencia, cuyos ecos se visualizan en una pantalla y permiten ver si hay quistes, pólipos, miomas... A veces se complementa con pruebas más precisas como la colposcopia y la histeroscopia.
¿Y la mamografía? Es la mejor arma para detectar anomalías en su primera fase. Si no hay antecedentes familiares de problemas en el pecho, lo normal es empezar a los 35, realizarla cada 2-3 años y, a partir de los 40, anualmente.